Nada de lo que hacemos o decimos se pierde en el vacío. El aire está lleno del pensamiento de todos. Almafuerte. (1854-1917)

martes, 30 de agosto de 2011

La medida natural e individual del dolor.

5.- La medida natural e individual del dolor.
La naturaleza determina la medida del dolor en cada individuo, esta medida aumenta o disminuye según el estado de ánimo o el momento. Esto es el temperamento de cada uno.
Esta hipótesis se apoya, en que los grandes sufrimientos hacen imperceptibles a los pequeños y cuando no hay grandes sufrimientos, los pequeños nos ponen de mal humor.
Así vemos, que tanto los sentimientos de sufrimiento o de bienestar, está determinado subjetivamente, no por circunstancias externas de riqueza o clase social.
La alegría desmesurada y el dolor intenso, se dan en la persona por vivacidad de espíritu y no son producto del presente, sino de la anticipación del futuro. Ambas tensiones excesivas del estado de ánimo se evitan por medio de la sensatez.
Todo júbilo desmesurado, se basa en la ilusión de haber creído encontrar algo en la vida, que no se puede hallar en ella. Así, después de cada ilusión, hay que volver a la realidad y pagarlo con la misma cantidad de dolor. Ambas se pueden evitar si pudiéramos ver las cosas en su conjunto y no verlas del color que deseamos.
A veces nos resistimos a aceptar que el sufrimiento es esencial en nuestras vidas. Cada uno lo lleva en su interior, no viene de fuera, aunque siempre buscamos una causa externa a nuestro dolor. Como buscar un deseo que no se puede cumplir, pero tampoco abandonar. Entonces tenemos lo que buscamos: algo a lo que podemos echar la culpa de nuestro sufrimiento, en lugar de a nuestro propio carácter. Esto nos hace enemigos de nuestro propio destino, pero nos reconcilia con nuestra existencia.
La consecuencia de este desarrollo es un estado de ánimo melancólico que significa soportar constantemente un gran dolor y despreciar todos los pequeños sufrimiento y alegrías.
6.- Hacer con buena voluntad lo que se puede y tener la voluntad de soportar el sufrimiento inevitable. Debemos vivir no como queremos, sino como podemos.
7.- Reflexionar a fondo sobre una cosa antes de emprenderla. Una vez que se ha llevado a cabo, no angustiarse ante posibles peligros, porque en su momento se ha pensado todo exhaustivamente. Si el resultado es malo, se debe a que todas las cosas están expuestas al azar y al error.
8.-Limitar el propio ámbito de acción, así se da menor oportunidad al ataque del infortunio.
9.- El prudente no aspira al placer, sino a la ausencia de dolor. Aristóteles
10.- Sométete a la razón si quieres someterlo todo. Séneca.
11.- Una vez que el infortunio se produce, no pensar que podría haber sido de otra manera. Si esto ocurre, se convierte uno en torturador de sí mismo o por el contrario, el castigo de sí mismo vuelve a uno más prudente en una próxima ocasión.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Sobre los bienes...

REGLA 4ª
Los bienes que nunca se han pretendido, no se echan de menos, se puede estar plenamente satisfechos sin poseerlos. Otros que poseen cien veces más, es en cambio desgraciado cuando le falta una cosa.
Cada uno tiene su propio horizonte de lo que le es posible alcanzar. Es feliz si el objeto es posible obtenerlo y es infeliz si surgen perspectivas que le dificulten tenerlo. Lo que se halla fuera del alcance de su vista, no ejerce ningún efecto sobre él.
El pobre no se inquieta con las grandes posesiones de los ricos y el rico no se consuela con lo mucho que ya posee. Nunca el dinero hizo rico a nadie, afirmó Séneca.
Tras la pérdida de las riquezas y una vez pasado el primer dolor, el estado de ánimo no es diferente al anterior. Esto es porque reducen nuestras posesiones y nosotros en igual medida reducimos nuestras pretensiones.
En caso de buena fortuna, suben nuestras pretensiones y esto constituye la alegría, pero nos acostumbramos y nos volvemos indiferentes hacia lo que poseemos.


Si esto no fuera así, sería mucho más feliz el que más posee y a veces ocurre lo contrario...


domingo, 14 de agosto de 2011

Primeras reglas para ser feliz.

Continuando con las recomendaciones de Shopenhauer para procurar una vida placentera, anoto las tres primeras reglas para conseguir la Felicidad:
1ª REGLA:
Entramos en el mundo llenos de aspiraciones a la felicidad y esperamos realizarlas, pero el destino nos demuestra que tiene cierto derecho sobre nosotros.

La experiencia nos dice que la felicidad es una quimera, mientras que el sufrimiento y el dolor son reales. Si esta experiencia diera sus frutos, dejaríamos de buscar la felicidad y procuraríamos solo escapar del dolor: “El prudente no aspira al placer sino a la ausencia de dolor” dice Aristóteles.
Lo mejor que se puede encontrar es un presente sin dolor, tranquilo y soportable. No hay que estropearlo esperando alegrías imaginarias, o preocupaciones ante un futuro incierto. Lo mejor es disfrutar del presente como algo realmente seguro.
La conclusión a esta primera regla sería: aprender de la experiencia y disfrutar el presente.
REGLA 2
Nunca serás feliz si te atormenta que algún otro está más feliz que tú” afirma Séneca. Este mismo filosofo dice “Cuando piensas cuántos se te adelantan, ten en cuenta cuántos te siguen”. Schopenhauer concluye: “No hay nada más implacable y cruel que la envidia, sin embargo nos esforzamos en suscitar envidia.” Por tanto, la envidia será un inconveniente para alcanzar la felicidad.
REGLA 3
El carácter que adquirimos será una manifestación de nuestra inteligencia y nuestra experiencia, y servirá para conocernos a nosotros mismos. Conocernos es saber lo que queremos y lo que podemos hacer en la medida de nuestras posibilidades. Es saber qué podemos escoger de todas las opciones que la vida nos ofrece, es decir, escoger el camino más acertado a nuestras posibilidades. Si no nos conocemos lo suficiente nos estaremos equivocando continuamente y por eso la persona envidiará. Porque elegirá posibilidades apropiadas al carácter de otros, no al suyo. Por ejemplo, el pez no puede envidiar al pájaro, cada uno está en el ambiente que le es apropiado.
Pero a pesar de haber elegido la opción apropiada, el mal nos afecta. Aún más cuando pensamos en las circunstancias que lo hubieran evitado y apelamos al destino imperante. Pero cuando comprendemos que los hechos no se pueden modificar, las aceptamos más facilmente.