Durante los siglos XIX-XX el retrato se convierte en algo popular. Se buscan nuevas formas de
expresión y se rompe con los conceptos artísticos vigentes hasta entonces. Será durante el siglo XIX cuando se inicia un interés por la representación de rostros anónimos, haciendo hincapié en la expresión y el alma humana, la crueldad, la
violencia o el dolor como haría
Francisco de Goya o Eugéne Géricault.
En el siglo XX serán Giorgio Chirico o Warhol los que representarán
los gestos de una forma provocativa o
humorística. Ya no será
importante el reconocimiento físico, moral, social, intelectual o espiritual
para representar al retratado. Se dará valor a la expresividad del pintor ante Será ante la presencia del personaje.
“Se pierde por tanto la
“ilusión” de realidad, para dar paso al subjetivismo”
El
realismo ya no es importante y tampoco el embellecimiento. No se busca la
representación de la belleza en particular sino la captación del espíritu
moderno, lo feo, grotesco o lo macabro.
Francis
Bacon interpreta una serie de retratos inspirados en la mascaras mortuoria de
Willian Blake, que representa la soledad y el drama a través del rostro
imperturbable de un muerto. Para Bacón la sangre o la violencia serán el
reflejo de los males del alma.
Otra tendencia gira hacia la
fragmentación, la seriación, la duplicación e incluso disolución de las formas
humanas. Dice Pedro Azara
“Desde hace un siglo, incluso la obra de pintores
tan cotizados como López o Freud huelen a descomposición. “
Fragmentación:
Picasso en su búsqueda de la
conexión de las formas y el espacio disolvió al ser humano con su entorno, como
en el Retrato de Doniel-Henrry Kohnweiler (1910) A pesar de esta desconstrucción la visión
mental nos permite vislumbrar el rostro a través de unos puntos de referencia
que ayudan a percibir incluso rasgos individuales del personaje,
como su altivez, el bigote o la nariz afilada…
Seriación: tenemos algunos ejemplos en Francis
Bacon que realiza un estudio de retratos formados por series de tres lienzos,
mostrando las diferentes perspectivas de un mismo personaje. Bacon busca
distorsionar los rasgos para dar con esa desfiguración un testimonio de
apariencia. Un ejemplo son los Tres estudios del retrato de Lucian Freud (1965)
o
Andy Warhol convierte la
famosa imagen de Marilyn en un producto de la sociedad de masas, con el uso de
la fotografía y la seriación de la imagen en la obra “Twenty five Marilyns”
Con estos ejemplos comprobamos que la tendencia a
la disolución de las formas en el retrato contemporáneo es clara. Se da protagonismo a la materia pictórica con la que el artista modela la
figura a través de grandes pinceladas, grandes manchas cromáticas, contornos
imprecisos o pinceladas, pixeladas formadas mediante la yuxtaposición y
composición de fotografías.
Chuck Close inició una experiencia que denominó retratos foto realistas
conformados por miles de fotos tratadas de diferentes formas.
Robert Silver creó un programa en 1995 que le permitió crear imagen de
un personaje mediante miles de fotos
clasificadas según sus características: luz, densidad etc…Así, será el
espectador quien mediante la contemplación
e imaginación vislumbre el rostro desfigurado de la
imagen.
“Esta
nueva concepción del retrato nos abre la puerta hacia una nueva concepción del
arte”
En el arte contemporáneo es improbable que un retrato sea el fiel reflejo de la realidad. Se espera una obra de arte subjetiva y
deformada. Para la realidad ya está la fotografía. Así el retrato se desvincula
de la necesidad de reconocimiento y trabaja con nuevos recursos plásticos y
estéticos. Martínez Artero dice que el retrato contemporáneo es un autorretrato
del artista, pues es la figura que interesa en una época que se caracteriza por
la sobrevaloración del éxito social.
“No
obstante la disolución nunca es absoluta en el retrato contemporáneo, ni
siquiera en su más alto grado de abstracción, pues por definición este género
siempre exige un punto de verdad, bien sea a través de la indicación del
título, bien a través de unos trazos básicos en los que se reconocen ojos,
boca, nariz o algún rasgo corporal, bien gracias a alguna referencia
particular. Algo que nos permita anclarnos en una identidad, puesto que esta
debe estar presente de forma necesaria en un retrato.”