La cultura puede
ser educacional, étnica, popular, cultura de masas…y varios conceptos más en
los que interviene dicha palabra. Pero yo me voy a referir a la cultura en la
que estamos inmersos, de la cual aprendemos y que afecta a nuestros actos,
voluntaria o involuntariamente.
Una definición podría ser: la cultura es una creación
de señas, signos y rasgos definidos, que son impuestos y aceptados por los
humanos y que permiten diferenciar a personas, grupos, comunidades y países. Existen
otros rasgos que podemos elegir a medida que crecemos y pensamos e incluso nos
podemos incluir en un círculo social determinado, apropiándonos de las señales
del grupo: indumentaria, gustos musicales, forma de actuar… Pero a pesar de
poder tomar decisiones propias respecto a nuestra identidad, comprobamos que la
base ya está hecha, es decir, pertenecemos a una comunidad con unos rasgos y
costumbres peculiares que identifican a todos los que comparten la misma cultura.
El dilema
comienza en la necesidad que tenemos de formar parte de un grupo o una
comunidad y a la vez de distinguirnos de esa entidad por nuestros propios
valores y originalidad, es decir,
queremos pertenecer a la comunidad y a la vez mantener rasgos individuales. Estos rasgos se buscan, pero dentro de los límites marcados por la propia sociedad.
La cultura también sirve
para salvaguardarnos de las influencias del “otro”. Son identidades creadas que
se han construido tomando como referencia la cultura de los pueblos o grupos
que nos rodean, constituyendo una forma de protegernos de su influencia y de
valorarnos de una forma determinada respecto a los “otros”. Valdría como
ejemplo decir: “los andaluces son…o los vascos…” La cultura en este sentido es un uso del
poder establecido para preservar sus bases y su legitimidad.
La cultura se
aprende desde niños mediante actos cotidianos, creciendo dentro de la propia sociedad.
Se transmite a través de la observación,
los niños ven lo que pasa a su alrededor y modifican su comportamiento tomando
conciencia de lo que en su cultura se considera bueno o malo. Ocurre de modo inconsciente
no porque otros lo digan.[1]
El aprendizaje incluye opiniones, costumbres y valores
propios de esa cultura. Indican cómo hacer las cosas y cómo interpretarlas, lo
que está bien, lo que está mal y como distinguirlo. Pero no todos tienen la
misma opinión o actúan de igual manera, existe una estructura común a todos y
sobre ella elementos individuales.
El ser humano se
completa a través de la cultura adquiriendo aprendizajes, conceptos y sistemas
de especificación simbólica. “Entre lo
que nuestro cuerpo nos dice y lo que tenemos que saber para funcionar, hay un
vacío que debemos llenar nosotros mismos y lo llenamos con información (o
desinformación) suministrada por nuestra cultura.” [2]
Por ejemplo, la
capacidad de hablar es innata, la de hablar idiomas es cultural. Los
gestos los podemos hacer todos, pero son
aprendidos y en cada cultura significan algo distinto.
La gente hace suyo el sistema establecido de
significados y símbolos y lo utilizan para definir su mundo, expresar
sentimientos y hacer juicios. Le ayuda a guiar sus comportamientos y
percepciones a lo largo de sus vidas.
“El
hombre es un animal inserto en tramas de
significación que él mismo ha tejido, considero que la cultura es esa urdimbre,
y que el análisis de la cultura ha de ser por tanto, no una ciencia
experimental en busca de leyes, sino una ciencia interpretativa en busca de
significaciones.”[3]