Fue un encuentro imposible. Solo
los artistas sevillanos coinciden en el tiempo. Aún así los imaginamos reunidos
en alma, que no en cuerpo, en una sala del Museo del Prado. Extremo muy probable, ya que cada artista deja algo de sí mismo en
su obra, y es posible que deambulen por los pasillos del Museo.
Greco - El tiempo finalmente nos ha reunido en Madrid, en tu tierra querido
Diego, pintor de reyes, artista con un estilo personalísimo, me satisfizo la
lección que distes al petulante Carducho
al no firmar Las Lanzas…ja,ja,ja ¡Una
lección magistral!
Velázquez - No Doménico, yo no vine al mundo en Madrid, las circunstancias y mi propia ambición me
trajeron hasta aquí. Siempre eché de menos a mi querida Sevilla y envidié a mi
paisano Murillo, por despreciar lisonjas
que lo mantuvieran ausente de su origen.
Murillo - ¡Cómo no iba a ser así! Tan solo una vez salí de Sevilla y… ¡Virgen! ¡Cuánto
la necesité! La luz de mi ciudad me hizo como soy… ¿Habría yo pintado con otra
luz y otro aire u otra forma de ver las cosas?
Greco - Yo
tampoco. Pinté como desde mi alma lo veía, pinté el cielo de Toledo como un
paisaje, colores inarmónicos, irreales, caras afiladas…
Ahora el mundo intentar ver entre
pinceladas y averiguar lo que realmente queríamos expresar... ¡Qué divertido es
todo esto amigos!
Yo tambien envidio a Bartolomé, que no cambiaba un vaso de vino con su compadre Juan que toda la gloria de la corte. Y es que, viviendo aquí, como vivimos, es fácil de entender. Enhorabuena.
ResponderEliminarGracias Jose Luís. No es raro que el alma que Murillo transmite en sus pinturas sea producto de su sencillez: de apreciar ese vaso de vino, de estar entre la gente que lo quería, y por supuesto de la sensibilidad que le otorga esta bendita tierra, su tierra.
ResponderEliminarLos tres pintores me gustan, pero Murillo...conmueve.
Un abrazo.