Las cosas son como
son, la diferencia está en cómo las miramos. Esta es una frase que me
repito cada vez que siento una contrariedad en mi vida. Intento ver
las cosas de otra manera. De una manera que no me provoque disgusto,
y debo decir que lo consigo.
La sensibilidad
para impresiones agradables o desagradables es diferente para cada persona. Se
trata de que cada cual trate de modificar aquel aspecto de su persona que no
colabora a su propia felicidad.
El filosofo
Schopenhauer nos advierte que los temperamentos sombríos y miedosos encuentran
más sufrimientos no reales que los temperamentos alegres. Pero tiene las mismas
posibilidades de equivocarse aquellos que siempre temen lo peor como los más
optimistas que todo lo ven bien.
Otra cosa sería el
mal genio, esto es cuando una persona ante oportunidades iguales, nunca se
alegra cuando el resultado es favorable, y sin embargo se enfada cuando es
desfavorable. Buen genio es el que se alegra con un buen resultado y no se
enfada con el desfavorable.
Aparte del buen o
mal genio, una forma de andar por la vida es considerar los pro y los
contras de todas las cosas que nos afectan, haciendo mucho más hincapié en lo
bueno de cada circunstancia. Debemos considerar que lo aparentemente bueno para
nosotros a veces no lo es tanto y al contrario, cualquier asunto que nos parece
perjudicial a nuestra vida, a la larga nos puede causar más beneficio personal
y emocional. Todo depende del color del cristal con que se mire.