La Fiesta de los Toros es una actividad que procede de una cultura, y que en principio no se puede entender si no se está en ella, y aún así es incomprensible para grupos que se manifiestan antitaurinos.
Pero todo tiene su historia, así que de momento nos situamos en el siglo XVIII con una Europa partida en dos, la del trabajo y los valores puritanos donde se censuran las fiestas hasta erradicarlas y la del sur de Europa, donde perviven las mismas fiestas que citaron los literatos del Siglo de Oro. Entonces, mientras en el norte de Europa se trabaja en pro del capitalismo, los ilustrados españoles como Cadalso aplaudía las fiestas que se mantenían vivas gracias a la debilidad del Antiguo Régimen, incapaz de hacer efectivas las prohibiciones. Por otro lado, estaba el peso de una tradición, que la Iglesia Católica no podía controlar. Así prevalece en España el gusto por la fiesta, el desorden y el no hacer nada, frente “al tiempo es oro”. Dice Octavio Paz “Tenemos fiestas por la misma razón que no tuvimos ilustración” .
Hasta nuestros días pervive una estética barroca que acompañará a los actos festivos: romerías, carnaval, ferias, o corridas de toros que servian para amenizar los eventos. En este aspecto influyen los viajeros ingleses y franceses que venían buscando lugares exóticos y una España mitificada y tipificada por estereotipos: cigarreras, toreros...una explosión de sentimiento, sensibilidad, sangre, tragedia y muerte.
Todas estas circunstancias históricas tienen que ver con la institucionalización de las corridas de toros en Sevilla, algo que en un principio solo pertenecía al pueblo llano. Institucionalizar significa controlar el comportamiento humano estableciendo pautas para dirigirlo en una determinada dirección.
Pues bien, los primeros documentos aparecen en la época de Alfonso X El Sabio y posteriormente en el siglo XIV, hay constancia de una fiesta de toros en Navarra para celebrar la coronación de Carlos II. Finalmente y según la obra de José Mª Cossío sobre toros, todo apunta a que esta práctica llegó a Andalucía desde el norte y poco tiempo después tuvo arraigo secular en esta tierra. La fiesta popular consistía en la persecución y caza de la res a la que continuaba una comilona popular y la consiguiente fiesta. Con la instauración de las corridas en la Plaza de San Francisco en Sevilla, la fiesta pierde el tumulto popular pero comienza a levantarse una institución, que será vital para el desarrollo de la fiesta de los toros: la Real Maestranza de Caballería, (1670) con unas normas que la rigen.
En 1700 la nueva dinastía borbónica tratan de imponer las ideas ilustradas pero las tres manifestaciones que se dan junto a las corridas de toros, flamenco y semana santa se escapan de sus fueros y consiguen personalidad propia.
La Real Maestranza adquiere un poder capaz de lidiar con el estatal y los caballeros maestrantes procedentes de la clase poderosa son dueños de ganaderias, y mandan a sus peones clavar rejones a los toros en el ruedo. Surgen entonces los hombres de a pié, que provienen del matadero y que dejan de ser simple acompañamiento para comenzar a torear según reglas precisas, pretendiendo matar a un toro con la misma destreza (de ahí diestro) con la que lo hicieron los señores a caballo.
Los antiguos operarios del matadero de San Bernardo son los que llevan al público a las gradas, ya que será el matador, el héroe que los representa. (Por algo San Bernardo es el barrio de los toreros).
Avanzando los años llegamos al romanticismo y mientras en Europa las relaciones sociales se dan en los teatros, en Sevilla la actividad teatral está prohibida, por tanto estas relaciones tienen que darse en la plaza de toros. ¿Explicaría esto los "silencios de la Maestranza"?
Al fin en la plaza de toros tienen cabida todas las clases: palcos para los maestrantes y la autoridad, sombra para las clases altas y sol para las clases populares, tan necesaria para conceder los trofeos y para mantener las tradiciones.
Tradiciones imprescindibles en una sociedad donde no hay una realidad industrial firme ni aparecen proyectos de progreso real. Parece que la máxima aspiración de Andalucía es atraer al turismo, para eso es imprescindible mantener las tradiciones.
Pero todo tiene su historia, así que de momento nos situamos en el siglo XVIII con una Europa partida en dos, la del trabajo y los valores puritanos donde se censuran las fiestas hasta erradicarlas y la del sur de Europa, donde perviven las mismas fiestas que citaron los literatos del Siglo de Oro. Entonces, mientras en el norte de Europa se trabaja en pro del capitalismo, los ilustrados españoles como Cadalso aplaudía las fiestas que se mantenían vivas gracias a la debilidad del Antiguo Régimen, incapaz de hacer efectivas las prohibiciones. Por otro lado, estaba el peso de una tradición, que la Iglesia Católica no podía controlar. Así prevalece en España el gusto por la fiesta, el desorden y el no hacer nada, frente “al tiempo es oro”. Dice Octavio Paz “Tenemos fiestas por la misma razón que no tuvimos ilustración” .
Hasta nuestros días pervive una estética barroca que acompañará a los actos festivos: romerías, carnaval, ferias, o corridas de toros que servian para amenizar los eventos. En este aspecto influyen los viajeros ingleses y franceses que venían buscando lugares exóticos y una España mitificada y tipificada por estereotipos: cigarreras, toreros...una explosión de sentimiento, sensibilidad, sangre, tragedia y muerte.
Todas estas circunstancias históricas tienen que ver con la institucionalización de las corridas de toros en Sevilla, algo que en un principio solo pertenecía al pueblo llano. Institucionalizar significa controlar el comportamiento humano estableciendo pautas para dirigirlo en una determinada dirección.
Pues bien, los primeros documentos aparecen en la época de Alfonso X El Sabio y posteriormente en el siglo XIV, hay constancia de una fiesta de toros en Navarra para celebrar la coronación de Carlos II. Finalmente y según la obra de José Mª Cossío sobre toros, todo apunta a que esta práctica llegó a Andalucía desde el norte y poco tiempo después tuvo arraigo secular en esta tierra. La fiesta popular consistía en la persecución y caza de la res a la que continuaba una comilona popular y la consiguiente fiesta. Con la instauración de las corridas en la Plaza de San Francisco en Sevilla, la fiesta pierde el tumulto popular pero comienza a levantarse una institución, que será vital para el desarrollo de la fiesta de los toros: la Real Maestranza de Caballería, (1670) con unas normas que la rigen.
En 1700 la nueva dinastía borbónica tratan de imponer las ideas ilustradas pero las tres manifestaciones que se dan junto a las corridas de toros, flamenco y semana santa se escapan de sus fueros y consiguen personalidad propia.
La Real Maestranza adquiere un poder capaz de lidiar con el estatal y los caballeros maestrantes procedentes de la clase poderosa son dueños de ganaderias, y mandan a sus peones clavar rejones a los toros en el ruedo. Surgen entonces los hombres de a pié, que provienen del matadero y que dejan de ser simple acompañamiento para comenzar a torear según reglas precisas, pretendiendo matar a un toro con la misma destreza (de ahí diestro) con la que lo hicieron los señores a caballo.
Los antiguos operarios del matadero de San Bernardo son los que llevan al público a las gradas, ya que será el matador, el héroe que los representa. (Por algo San Bernardo es el barrio de los toreros).
Avanzando los años llegamos al romanticismo y mientras en Europa las relaciones sociales se dan en los teatros, en Sevilla la actividad teatral está prohibida, por tanto estas relaciones tienen que darse en la plaza de toros. ¿Explicaría esto los "silencios de la Maestranza"?
Al fin en la plaza de toros tienen cabida todas las clases: palcos para los maestrantes y la autoridad, sombra para las clases altas y sol para las clases populares, tan necesaria para conceder los trofeos y para mantener las tradiciones.
Tradiciones imprescindibles en una sociedad donde no hay una realidad industrial firme ni aparecen proyectos de progreso real. Parece que la máxima aspiración de Andalucía es atraer al turismo, para eso es imprescindible mantener las tradiciones.